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Suele decirse que uno de los rasgos distintivos entre humanos y animales es el lenguaje, que es lo mismo que decir la música, o los intervalos vocales modulados a un ritmo. También se admite por lo general que los pájaros cantan, y con frecuencia se escucha algo sobre cantos de ballenas, aunque dichos fenómenos no sean considerados exactamente como música.
Lo cierto es que algunas especies hacen música vocal, esto es, cantan, emiten vocalizaciones moduladas en alturas determinadas. Cantan para atraer a las hembras, para marcar su territorio, y en muchas otras circunstancias que nada tienen que ver con las mencionadas. De entre todos los sonidos de un entorno cada especie es capaz de aislar el canto de sus congéneres e identificar su sentido. Eso es también lo que hace nuestra especie.
Los animales que cantan son los pájaros cantores, los mamíferos marinos, y unos monos asiáticos llamados gibones. Otros animales, que trinan, graznan o croan, sincronizan sus cantos con el grupo dando así algunos ejemplos de coralidad más allá de la música humana. Es el caso de los cuervos y sus ritos funerarios, las cigarras sonorosas en verano o las ranas que cantan de noche. En esta emisión han sonado, sucesivamente, gibones, estorninos y aves del paraíso.
El Autotune fue inventado por un ingeniero a partir de los sistemas de interpretación de datos de ondas sísmicas subterráneas. La escucha y el análisis computado de estos sonidos permite localizar nuevos pozos petrolíferos. Una amiga cantante sugirió a este ingeniero que hiciera una máquina de cantar, o mejor, una caja de entonar. Así, en 1997 patentó un programa que afinaba la voz. El invento se generalizó con el nuevo siglo al tiempo que los sintetizadores se extendían como base de muchas canciones masivas. Pero el uso de programas para corregir la afinación no se extendió en todos los ámbitos musicales de un modo homogéneo, como se puede escuchar en esta emisión.
La aparición del disco de vinilo, en 1948 está prefigurada en numerosos ingenios como los discos de cinc bañados de cera, los discos de acetato o aquellos tentativos discos de vidrio ahumado con los que experimentó Ramón y Cajal. Los que han escuchado en esta emisión vienen unos del rastro de Madrid y otros del de San Telmo, allende los mares, en Buenos Aires. A los siete discos se les hizo un agujero junto al ya existente en el centro, por romper la simetría de su eje y cambiar la órbita de su giro. Los hemos reproducido en dos platos contiguos, alternando un corte español con uno americano. El giro descentrado de estos discos sostenido por sus 33 revoluciones por minuto mantiene el ritmo de la música registrada, pero la melodía se vuelve irreconocible. Perdida la ligazón entre un tono y el siguiente se resquebraja la dinámica de expectativa y recuerdo que coordina la escucha musical.
Las cintas magnéticas, primeramente bañadas con polvo de hierro y posteriormente mejoradas con cromo y otros metales, presentaban diversos problemas sonoros. Uno de ellos era el silbido constante y agudo de fondo, que para tratar de disimularlo se comprimía el rango dinámico del sonido en la grabación para luego expandirlo durante la reproducción. Así funciona el mencionado sistema Dolby. Se sube el volumen de la grabación para después reducirse en la misma medida cuando se reproduce, de modo que torne a su volumen primero.
Este proceso no debería producir efecto perceptible ninguno aparte del del ruido de fondo reducido. Sin embargo, una reproducción realizada sin reducción de ruido, como es el caso de las tres primeras coplas que nos han llegado digitalizadas, da un sonido notablemente más brillante, a veces extremando la saturación de frecuencias agudas, donde algunas consonantes como la s, de tan variada fonación, tienen su ámbito de vibración.
Aun cuando las músicas electrónicas de baile y las imágenes magnéticas de actividad cerebral son hallazgos de fines del veinte, se hace evidente que el recurso a la velocidad para provocar a baile o embeleso existe en ritmos, tiempos y lugares diversos y lejanos del nuestro. Y que la velocidad afecta al timbre de los instrumentos: hace sonidos cortos, secos, truncados, brillantes, afilados... que de flautas o cuerdas pulsadas asemejan sintetizadores. Y que hasta las voces, cuando las hay, se transforman por la velocidad.
En esta primera emisión han sonado grabaciones sobre cilindro de cera, impresionados en España a finales del siglo XIX. El guitarrista y los palmeros tocaban acompañando a la voz; los cantaores cantaban directamente hacia una enorme corneta de latón que canalizaba el sonido a una membrana; esta movía la aguja y grababa la superficie encerada de un cilindro que giraba por medio de una manivela. Al invertir el proceso, la aguja recorría el surco trazado, hacía vibrar la membrana y el sonido grabado resonaba y salía por la corneta por la que entró.