Pastora interrumpe continuamente al guitarrista, desestima las falsetas que teje entre el cante, le corta y se arranca a cantar de nuevo, para decir las letras que quiere decir, la canción que quiere contar en cada momento. El misterioso mundo de lo que dicen las coplas que canta, es una sucesión de fragmentos de escenas, a veces hasta con diálogos o por lo menos voces dentro de la copla, como el triste peregrino que se lamenta tantas veces en tantas bulerías de la carga que lleva la pobre burra, o el frutero que le pone a la gitanita a un cuarto las peras, a dos las manzanas, y a tres las ciruelas. Cuántas veces dice dicen que tiene que dicen que tiene una zambomba con cascabeles, y cuán pocas, que solo una, lo de como revienta un cañón a fuerza de tanta paliza también via reventa yo, o en la que presume que yo tengo un automóvil que lo paseo ca ve que quiero, para de seguido robarle las palabras al triste ya dicho y convocar una vez más a la mula. Tuvo por costumbre la de los peines cerrar sus bulerías pidiendo a un hombre que tomara la chaqueta y le diera los calzones, y señalando desde lejos a un mozo gitano, o un serrano, mandarlo llamar a su cama. Lo que dice es ay hombre que toma la chaquetita y que dame lo calzone al gitanito de la etijera que dile que venga pa mi cabecera pero cuando suena parece que su voz se distorsione mecánicamente, como por efecto de un ventilador interpuesto, solo en ese instante y en ningún otro de ninguna grabación, entre su boca y el tornavoz del fonógrafo. Es como si una hélice o una noria o unas astas de molino se llevaran con el aire que mueven algunas sílabas del verso, acallándolas o apartándolas tan presto que da efecto de maravilla, o de defecto del surco en la cera templada o en la pasta de goma que metafóricamente se llama pizarra, y no es sino la niña, que intercala consonantes oclusivas dentales y labiales, replicando las vocales que corresponden a cada palabra, para cantar en verdad ay hombre que toma la chaquetetiquita y que dame lo calzone al gitanibito de la estijera que diguele que venga pa mi cabecera y usar su voz como si fueran unas palmas rompiendo a contras el último compás. Aquí sucede lo contrario de un apócope, la voz cantante no suprime sonidos, los añade. Se distinguen por lo común varias maneras de hacerlo: se llama prótesis a la adición de algún sonido al principio de un vocablo, como en amatar por matar; epéntesis cuando se intercala en posición interior, como en tendré, del antiguo tenré; anaptixis es la epéntesis de una vocal entre dos consonantes contiguas, como en corónica por crónica o en calavera, del latín calvaria, y paragoge es terminar la palabra con una vocal de más como en male por mal. "Chaquetetiquita" y "gitanibito" son distintos tipos de epéntesis (entre ellos, resonante anaptixis) y las de la niña, por ende, bulerías epentéticas.
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