Sonando ahora:
Una gran nube, y un gran fuego q venía apagándose, y traía alrededor de sí un gran resplandor, y en medio dél, en medio del fuego quiero decir, una cosa q parecía como de ámbar; a veces pienso en erigir un altar en mi corazón, pero no sé con qué madera, si con toda hice leña; cuidad que no se apague la mecha del candil, que no le falte aceyte para que pueda lucir; se me apagó el candil, que mala suerte la mía que ya no pude salir; mi hermano ya no está aquí que está en la guerra de Francia buscando con un candil a una pícara mulata; ay quién fuera clavo de oro donde cuelgas el candil, para ver tus dos ojitos cuando te vas a dormir; en el umbral de tu puerta hay un candil encendido, di a tu madre que lo apague que a mi nada se me ha perdido; para pasear tu calle no necesito farol, son tus ojos dos luceros que relumbran más que el sol; gracias a dios que he llegado a la luz de ese farol, para quitarme una espina q traigo en el corazón; con la luz te e comparado, mira que comparación, que sin lumbre no se puede dezir la misa mayor; Maria se q te llamas y por apellido Luna, alúmbrame con tus rayos que está la noche escura; qué triste va la luna cuando no tiene lucero, así esta mi corazón el día que no te veo; aquel lucero q sale por detrás de las cabrillas es el q a mi me acompaña cuando voy a verte, niña; quiero que en mi sepulcro se pongan cyrios prendidos en el fuego de mis suspiros, y si se apagan q vayan a mi pecho y hallarán llama; toma mi corazón y échalo en una candela y no agarres las cenizas q te quemarás con ellas; la blanca es rayo de luna y la morena de sol, quiero luz de noche y día y me quedo con las dos; porque no hay fuego q dure prendido en vela dos semanas tampoco hay árbol q dure en fruto dos primaveras; una perla de ámbar es lo q guardo de aquello q un día fue fuego y antes madera; a que buscas la lumbre la calle arriba si de tu cara sale brasa viva; tengo los ojos azules y el corazoncito igual que la cresta de la lumbre; asómate a esa ventana cara de piñón de oro, quiero encender un cigarro en las niñas de tus ojos; asómate a ese balcón asómate luz divina, verás con tu resplandor tu amante q está en la esquina; hasta cuándo me tengo de estar así, a la luz del cigarro, las horitas de la noche, cuántas horitas de sueño pasándolas sin dormir; que con la luz del cigarro yo vi el molino, se me apagó el cigarro perdí el camino; esto último parece poco literal, una metáfora desatinada, pues difícilmente la luz de un cigarro alcanzara a iluminar el camino que se pisa, y antes de la electricidad de nada servia en una noche oscura. Sin embargo esta estampa se perfecciona en una copla que dice con la luz del cigarro te vi tu cara, no he visto clavellina más encarnada, y en esta sí la dicha lumbre alumbra con un halo palpitante rojo como clavel el rostro de la muchacha que fuma, y a cada bocanada refulge. La cantaban las mujeres de un pueblo cacereño, Arroyo de la Luz, se llaman coplas de pandero, un golpe en el centro, dos en el borde, que resuenen las cinco sonajas; una templa el primer verso y las demás corean los que siguen, y no se acierta a la primera la procedencia de estos cantares, pues mucho recuerdan a las coplas de caja que se cantan por la cordillera andina, y tienen ayres también de morerías o juderías antiguas. El PisitoEspiritualidadExperimentalPrograma
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